jueves, 25 de junio de 2009

El problema de los relojes

Y sigo con las paradojas.

Hace un tiempo me plantearon un problema lógico que me pareció muy interesante. El planteamiento era el siguiente:
Tenemos cuatro relojes. Uno de ellos está parado; el segundo atrasa un segundo al año; el tercero, uno al siglo; y el cuarto, uno al milenio. ¿Cuál de los cuatro es el más exacto?
La respuesta que tendemos a dar es el que se atrasa un segundo cada mil años, sin embargo, la "correcta" es... el que está parado, porque da la hora exacta dos veces al día.

Tal respuesta me dio que pensar. Razoné (o no) que si nos preocupamos demasiado por la exactitud, podemos perder de vista la utilidad. Porque resulta evidente que es mucho más práctico un reloj que apenas atrase, aunque no sea exacto, que uno que puede dar la hora "clavada" dos veces al día, pero que nunca marca otra ¿Qué duda cabe de ello? Lo importante de un reloj es que nos ayude a saber cuándo vivimos, aunque sólo sea de un modo aproximado. La precisión no es lo fundamental.

Pues algo parecido nos pasa a diario. Nos obsesionamos porque todo (nuestro trabajo, nuestra compra, nuestra ropa, la relación con los demás, la educación que damos a nuestros hijos...) sea perfecto, todo esté ajustado como una maquinaria de relojería. La pregunta es: ¿Esa maquinaria es de las que atrasan mucho, poco o de las que están paradas?

Espero que la mía no atrase demasiado, pero que atrase algo. Eso significará que funciona.

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